lunes, 2 de enero de 2023

Un inesperado regalo desde el exquisito y Reino de Redonda (En memoria de Javier Marías)





No pensaba contarlo ahora, sino escribir de ello más adelante, o en un registro distinto, en otro contexto. Apuntaré solo que la semana pasada recibí un regalo que no esperaba de manos de una persona que apenas conocía y que me hizo sentir por unos momentos afortunada. Cuando aparecen en una una misma frase lo inesperado con la idea de obsequio o dádiva, la sorpresa suele ser doble. Todo empezó en vísperas de Navidad, en la tarde del 19 de diciembre, cuando una amiga que vive por el centro de Madrid, en las cercanías de la calle Mayor, me telefoneó. No pude contestar la llamada porque me encontraba en la presentación del libro Alma, nostalgia, armonía y otros relatos sobre las palabras, escrito por la escritora y académica Soledad Puértolas y la filóloga Elena Cianca. Contesté a mi amiga al día siguiente, pero ella estaba terminando un trabajo en ese momento y nos emplazamos a telefonearnos días después. Cuando hablamos, me comentó que me llamó, entre otros motivos, porque había visto, días atrás, un camión de mudanzas junto a la finca en la que había vivido el escritor Javier Marías y que por el tipo de cajas que sacaban, precintadas unas y a punto de cerrarse otras, había supuesto que contenían libros. No llegó a acercarse, pues llevaba prisa, pero imaginó que tal vez la mudanza procediera del domicilio del novelista, que, como muchos lectores saben, vivía de alquiler.  Lo intuyó, además, porque le pareció ver junto junto a la entrada del portal a algunas personas con uno o varios libros en la mano. Me preguntó si yo podía enterarme de si había algún proyecto para mantener la biblioteca del escritor y su entorno de trabajo en un lugar estable, aunque no fuera en el exacto lugar en el que había residido. Era algo que se había comentado entre gente de la cultura del barrio -el de ella y el que había sido durante años de Javier Marías- y había cierta expectación por el destino de aquella inmensa biblioteca que algunas tardes se vislumbraba desde la plaza a la que daba la vivienda del escritor y que a partir de ahora, quizás ya no se pudiera contemplar. 



Paso de vez en cuando por la plaza donde tenía su estudio y vivienda el escritor de Todas las almas y Cuando fui mortal, camino de la moderna biblioteca pública Iván de Vargas, o en dirección a la calle Toledo y alrededores. Conocía el portal, amplio y antiguo, de la finca, y fue en la tarde del 29, a punto de anochecer, cuando tuve ocasión de cruzar la plaza tras la conversación con mi amiga. Recordé lo que me contó, me detuve en la puerta y miré hacia el interior por si estaba el conserje. En realidad era una conserje. No se sorprendió de que le preguntara si se había efectuado el traslado de los libros y enseres de la vivienda del escritor, pero me aclaró que no, que la biblioteca personal estaba intacta y que la familia decidiría su destino. Lo que sí se había hecho era la mudanza de un segundo apartamento, también alquilado, que Marías utilizaba como almacén y oficina de su exquisita editorial Reino de Redonda. Este apartamento debía quedar libre y su contenido, tanto en libros como el material acumulado, se había recogido y trasladado, salvo unos pocos ejemplares repetidos del propio autor que no cabían en las cajas.  Se planteó si dejarlos en el apartamento para quien lo habite de nuevo, pero durante la mudanza hubo lectores o vecinos que se acercaron a preguntar por ellos y la conserje guardó en la portería los pocos títulos sobrantes. Le pregunté si entre esos libros había, por suerte, algún ejemplar de Reino de Redonda y me aclaró que no, que solo eran ejemplares repetidos de los que mandan las editoriales al propio autor cuando se produce una reedición de su obra. Se trataba de hecho de algunas novelas en edición de bolsillo y un libro menos conocido, Vidas Escritas. Le conté a la conserje que había leído casi todo de Javier Marías desde los años en que publicó Los dominios del lobo El hombre sentimental y que Vidas Escritas, a la que había accedido gracias al préstamo bibliotecario, es fascinante. Había anochecido ya y la conserje estaba a punto de cerrar el portal, porque su jornada acababa, pero tuvimos tiempo de intercambiar opiniones rápidas sobre el escritor, de quien hablaba con cariño, y su literatura. Entendió que no iba a curiosear y me emplazó a que volviera al día siguiente para regalarme una novela de bolsillo o el título del que tenía varios ejemplares, Vidas Escritas







 Cerró la puerta y nos despedimos. Evoqué después la conmoción que causó hace unos meses la noticia de la desaparición del escritor: fui de los lectores de Marías que, al conocer su muerte, inesperada y temprana, experimenté una sensación de incredulidad. No porque lo creyéramos inmortal, sino porque tenía aún por delante muchos años de actividad creadora. Evoqué entonces, al escuchar  que había fallecido, que hacía unos años, poco antes de la pandemia -ni él ni yo llevábamos entonces mascarilla-, coincidí con el novelista por el entorno de la plaza de Oriente y los alrededores de la Encarnación y me comentó que le habían operado de la espalda -tuvieron que volver a hacerlo- y le habían recomendado tomar el sol. Por eso paseaba por aquella zona tranquila y soleada con su discreción habitual, intentando no llamar la atención. Hablamos de Berta Isla, y me señaló un alto piso cercano que daba a Arrieta y a la plaza de Oriente donde vivían unos amigos y que le había servido de inspiración para situar el domicilio del personaje fundamental de la novela. Evoqué también que le había entrevistado a finales de los ochenta en el café Gijón para el periódico en que trabajaba en ese tiempo. 
     Bajo el impacto de la noticia de su muerte, busqué en las estanterías de mi biblioteca sus libros, y aunque encontré varios de ellos, comprobé con sorpresa que no tenía todos los que había leído en su momento. Quizás alguno se había perdido en mis propias mudanzas, o lo había prestado o recomendado a alguien. Me di cuenta, además, de que no había llegado a leer toda su obra: me faltaba por leer la colección de biografías de escritores -Vidas Escritas- y Negra espalda del tiempo, además de la última novela publicada, la continuación de Berta Isla. Suponía que en cualquier librería podría adquirir Tomás Nevinson, pero me fui a la amplia biblioteca del Conde Duque a ver si encontraba los anteriores. En efecto, me llevé en préstamo Vidas escritas y Negra espalda del tiempo y, una vez leídos, los devolví. 
      El azar me traía de nuevo Vidas escritas, intuí, siempre que volviera a visitar a la conserje. Fui a la mañana siguiente y, con su habitual amabilidad, me mostró los pocos títulos que todavía conservaba: la citada obra de biografías de escritores, observados desde la particular óptica del narrador -no todas biografías al uso, pero con una penetración fascinante y una escritura exquisita-, en edición de 1992, y algún otro de bolsillo que leí hace muchos años y que volvía tener a mi alcance. Nada nuevo para leer, pero sí un pequeño botín para releer. De manos de una mujer que conoció al escritor y trabajó para él y el resto de los vecinos y que no se sentía ajena a su obra. No suelo ser mitómana, salvo excepciones, y esta lo era. Me parecía que esta inesperada oportunidad era un guiño del escritor a la lectora (y a la periodista y escritora). Un hilo invisible entre mi universo lector y ese remoto y ya etéreo Reino de Redonda sideral, espejo del que quedó en la tierra, donde quizás transite ahora Marías. No podía prescindir de un regalo tan cargado de sentido y tan ligado a mi experiencia generacional como lectora del autor de Los enamoramientosTu rostro mañana.  

martes, 23 de marzo de 2021

Escribir la vida de otros: biografía en singular o retrato coral

 "Escribir la vida de los otros exige profundizar en datos, vivencias y trayectorias que en una primera aproximación solo generan pinceladas, arquitectura cronológica, atmósferas, pistas para hacer un decorado previo y calar más hondo. Por mucho que se indague, las vidas retratadas tienen algo de ficción y de invención. [...] Una vida está llena de momentos y fragmentos discontinuos y no solo de grandes gestos y palabras". Lo que antecede forma parte del Prólogo de "Inspiración y talento: Dieciséis mujeres del siglo XX" (Punto de Vista Editores), publicado a finales de 2020.




Escribir la vida de un personaje público es adentrarse en el vértigo del otro. Entrar a fondo en otra vida, conocerla desde el revés y el envés, observarla con minuciosidad (hasta la extenuación), documentarla y saber contarla. No es tarea fácil y en ocasiones es más bien ardua. Depende de la documentación y la huella que haya dejado en su correspondencia y testimonios orales y escritos, de si se trata de una figura histórica (alejada en el tiempo y con una información más o menos suficiente y ya decantada, pero que requiere ser rastreada de nuevo en archivos para contrastarla) o un personaje contemporáneo (lo que facilita la información, pero también la dificulta si el biografiado o su familia no cooperan o buscan manipular o preservar parte de su trayectoria o aspectos de su vida privada necesarios para configurar y escribir su vida). Más allá de estas dificultades, que el autor trata de allanar con responsabilidad, tesón  y voluntad, abarcar una vida es un ejercicio de escritura total. Aunque la biografía de tipo académico, con citas y apéndices constantes, requiere un tono claro y ecuánime, casi neutral, la biografía de carácter literario permite una escritura transversal y palpitante, que admite incluso la ironía respetuosa con el biografiado, siempre que no se abandone el rigor ni se caiga en la hagiografía o, en el otro extremo, el ajuste de cuentas o la hostilidad.



      Se decía hace años que María Moliner no tenía biografía debido a su discreción y a que su nombre se fundía con el del Diccionario de uso del español, como si su vida se solapara con su obra y no hubiera más. Me siento satisfecha de haber podido desmentirlo, al escribir su biografía, "El exilio interior. La vida de María Moliner" (Turner, 2011 y 2018). En un libro anterior, "La roja y la falangista: Dos hermanas en la España del 36", abordé la biografía cruzada de las hermanas Constancia y Marichu de la Mora Maura (nietas de Antonio Maura y primas de Jorge Semprún), bajo el trasfondo histórico de la época convulsa que las llevó a una al exilio y a la otra a formar parte de la élite de la Sección Femenina.  

Años antes, en 2002, publiqué "Mujeres de la posguerra" (Planeta, 2002, Sílex 2017), que reunía a las grandes escritoras de la posguerra y a las creadoras del exilio. Un libro generacional,  aunque en el caso de Carmen Laforet y de algunas otras autoras la aproximación biográfica fuera amplia y profunda. En este ensayo buscaba explicar la posguerra a través de la obra y no solo la trayectoria de estas mujeres destacadas. Obras como "Nada", "Entre visillos", "Los hijos muertos" o "Memoria de la melancolía" reflejan la atmósfera de los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo. "Mujeres de la posguerra" se podía leer de forma continuada o buscando los capítulos concretos dedicados a las autoras que atrajeran al lector. No era exactamente, o no solo, un libro de biografías selectas: había un denominador común, la posguerra, como escenario y territorio de tribulación y superación, desde el punto de vista de las españolas, con sus vidas en la sombra y sus paulatinos avances. Ses trata de un libro a caballo entre la historia y la perspectiva literaria junto al material biográfico que se vislumbra en una primera lectura. Al ser mi primer ensayo no me ocupé cuando de su extensión casi interminable (lo acabé por agotamiento más que por ganas) y tuve la suerte de que el editor no me pidiera acortarlo.

 En Las republicanas "burguesas" y en "Inspiración y talento" el enfoque es netamente coral, ya que el objetivo es ofrecer una selección de biografías de mujeres relevantes de un modo transversal, sin que haya  afinidades vitales entre sí de forma necesaria, aunque pueda haber nexos generacionales o históricos. Las republicanas "burguesas" es una recopilación de biografías que había publicado antes por separado de mujeres vinculadas a la Segunda República por sus ideas o por vivir en ese tiempo (desde Zenobia Camprubí, Isabel Oyarzábal o Mercè Rodoreda a Ángeles SantosMaría Brey o Matilde Ucelay). La clave del libro reside en el título, que señala desde el principio que, además de las líderes políticas u obreras más conocidas de ese periodo, hubo un amplio elenco de mujeres cultas o procedentes de la burguesía que se sintieron afines al espíritu republicano o participaron de su atmósfera. 

En "Inspiración y talento" el esquema se repite, pero con más amplitud e información. Al plantear el libro opté por dieciséis mujeres clave en la historia de España del siglo XX, bien por el papel desempeñado o por su propia trayectoria. Al ser biografías más extensas que las aproximaciones biográficas de Las republicanas "burguesas" en "Inspiración y talento" se encuentra una considerable información no solo de cada mujer retratada sino de otras grandes figuras europeas o latinoamericanas con quienes se relacionaron o compartieron momentos históricos. Entre las dieciséis elegidas no solo hay españolas, la mayoría, sino tres extranjeras vinculadas al arte o la historia española: las fotógrafas Dora Maar, Tina Modotti y Gerda Taro, que arrojan una mirada cosmopolita y exterior al periodo de la Guerra Civil. No en vano entre 1936 y 1939 los sublevados recibieron la ayuda esencial de otras potencias europeas (Italia y Alemania). No fue una contienda netamente doméstica, sino un ensayo o un adelanto de la Segunda Guerra Mundial, desencadenada el mismo año en que España cerraba la suya, al menos de forma oficial. Así lo vieron Gerda Taro y otros corresponsales extranjeros enviados a cubrir la guerra española. Ese nexo europeo es muy evidente en muchas de las biografías, debido a la interrelación entre los activistas centroeuropeos. muchos de ellos judíos,  que huyeron del nazismo emergente a principios de los años treinta, se refugiaron en París y más tarde se sintieron interpelados por el golpe militar, y su consiguiente trama civil, de julio de 1936. Fue el caso de Gerda Taro y su compañero Robert Capa, que fotografiaron el conflicto español y se comprometieron con una causa en la que vieron una prolongación de la suya.

De muchas había escrito biografías previas o estudios y reseñas, pero de otras he escrito ex profeso sus biografías para el libro (Gerda Taro, Clara Campoamor, Montserrat Roig, Carmen Alborch, Pilar Miró o Carmen Díez de Rivera. A algunas de estas últimas las entrevisté en su día como periodista, a Carmen Diez de Rivera tuve la fortuna de tratarla. A Montserrat Roig la leí y no llegué a conocerla personalmente, pero tuvo el detalle, sin ninguna necesidad por su parte, de hacerme llegar su felicitación cuando me concedieron el Premio Nacional de Periodismo en la modalidad de Reportajes y Artículos literarios en 1985. 



Es obvio que hay diferencias entre la biografía de un solo personaje (por su profundidad, perspectiva, ambición y vocación de plasmar su trayectoria de forma exhaustiva) y las que abarcan varias en un solo volumen. Aunque en ocasiones la investigación empleada en cada una de ellas llegue a ser profunda o (casi) completa, la labor de síntesis y las reglas de la concisión permiten orillar temas poco contrastados o derivaciones farragosas. El autor tiene que elegir en dar a este conjunto de retratos una mera pátina literaria, etérea y elegante (es decir, una recreación más que una biografía), o aportar una información precisa tratando de que los datos no pesen demasiado en un texto que, al reunir varias vidas, no puede dedicarle a cada una una gran extensión. En ocasiones, dependiendo del personaje, se opta por un retrato más sugerente o más centrado en los hechos. La bibliografía que acompaña al libro es muy densa, con la pretensión de que el lector amplíe si quiere las biografías que acaba de leer y llene los huecos que la elipsis o la síntesis han impedido desarrollar como se merecería si se tratara de una sola biografía.  

No me gustan los adjetivos didáctico o el concepto divulgativo para los libros que escribo, aunque alguien podría utilizar este matiz, en cierto modo, en  "Inspiración y talento: dieciséis mujeres del siglo XX". Aunque lleva, como todos los que he publicado, el punto de vista del autor, su enfoque está dirigido a hacer memoria de algunas figuras esenciales del siglo XX y a recuperar del olvido o la distorsión a otras. Sin la carga ensayística y tridimensional (literatura, historia y biografía de "Mujeres de la posguerra" pero con algunas semejanzas, ya que, de nuevo, la mayoría de las elegidas son escritoras o políticas, o a veces ambas cosas. No hay una intención histórica explícita como en "La roja y la falangista", pero el hilo conductor que subyace en la elección de estas  dieciséis mujeres del siglo XX es justamente su pertenencia a ese tiempo. Sin ellas, el siglo XX no sería el mismo. 









miércoles, 3 de febrero de 2021

Dieciséis mujeres del siglo XX: Clara Campoamor, Margarita Nelken, Elena Fortún, Gerda Taro, Carmen Alborch

 Apareció a finales de año y hará su andadura en este, a mitad de camino entre las nieblas de la pandemia y los claros que fracturan el pesimismo. Con libros y ganas de vivir. "Inspiración y talento: dieciséis mujeres del siglo XX" (Punto de Vista Editores) es un libro de título sereno que quiere transmitir que la mayoría de las mujeres que aparecen en sus páginas son escritoras o intelectuales, más algunas políticas y artistas. Sabias, con talento para el pensamiento o la política y con vidas poco convencionales. 

Algunas entrevistas o reseñas sobre él, así lo atestiguan: 

https://www.efeminista.com/inmaculada-fuente-visibiliza-adelantadas-de-las-aadelantadas-en-inspiracion-talento/ 

https://librosnocturnidadyalevosia.com/inspiracion-y-talento-dieciseis-mujeres-del-siglo-xx-inmaculada-de-la-fuente/

https://wmagazin.com/relatos/cinco-mujeres-pioneras-del-periodismo-y-la-literatura-en-la-espana-del-siglo-xx/

https://www.solidaridaddigital.es/tags/inmaculada-de-la-fuente




https://www.eldiario.es/cultura/libros/clara-campoamor-tina-modotti-carmen-alborcho-13-biografias-mujeres-explican-luces-sombras-lucha-igualdad-siglo-xx_1_6787407.html?fbclid=IwAR1ElPc-yMPenp1h7fKkzbbyi6KlwCoeYxNGITcKbjqDYpyD4AXU8YBJ5i8

jueves, 28 de enero de 2021

El exilio, según María Teresa León

 Exiliarse, desterrarse o ser desterrado implica cambiar de vida de forma radical, volver a nacer, como dijo María Zambrano. 

María Teresa León, femme de lettres, activista republicana  y militante comunista, vivió el suyo con intensidad y desgarro, sin poder revertir esta situación hasta que volvió la democracia. Su estado de ánimo al dejar España en 1939 e instalarse en París antes de marchar a Argentina, queda reflejado en la biografía que la dedico en  Inspiración y talento: Diesciséis mujeres del siglo XX (Punto de vista Editores)

.  “He llegado con las manos vacías a Francia, como nos contaba la tata María que entraban en el cielo los justos”, confiesa, para aludir después a las vicisitudes de los refugiados españoles hacinados en barracones y a la providencial ayuda de Chile para acoger en su país una expedición de republicanos, promovida por Neruda, en el barco Winnipeg.  “[…] ¿Y los que quedaron en Alicante, en la costa luminosa y centelleante aguardando que una mano amiga se tendiese y tirase de ellos? ¿Y los otros, en la cárcel, en el escondite improvisado, debajo de un árbol, en una cueva?” Pese a tantas calamidades, asegura que al menos estos últimos están en España, mientras que los refugiados tienen que sufrir la humillación de que les llamen “¡Apatrides, apatrides…!”

En Memoria de la melancolía, el dolor del exilio esta presente en cada línea: “Contad vuestras angustias del destierro. No tengáis vergüenza. Todos las llevamos dentro. Puede que la fortuna os haya tendido la mano, pero ¿y hasta que eso sucedió? Contad vuestras noches sin sueño cuando ibais empujados, cercados, muertos de angustia. (...) Ha llegado el momento de no tener vergüenza de los piojos que sacábamos entre el pelo, ni de la sarna que nos comía la piel ni de la avitaminosis que nos obligaba a rascarnos vergonzosos en el cine. Nos habían sacrificado. Éramos la España del vestido roto y la cabeza alta”.



Exiliarse es perder, es despojarse, dejar de ser quien se era para ser otro. No es solo cambiar de país. María Teresa León lo vivió a fondo, con la incertidumbre de no saber donde morirse. En Memoría de la melancolía y en la biografía que escribió sobre Jimena Díaz de Vivar la escritora se desdobla y refleja ese continuo recuerdo de lo vivido, ya  irrecuperable, esa melancolía de haber roto con el pasado y haber perdido el paraíso. 


lunes, 25 de enero de 2021

La vuelta de Josefina Aldecoa: Se reedita "Historia de una maestra"

 Se vuelve a reeditar Historia de una maestra (en Alfaguara), a novela de Josefina Aldecoa que da origen a una trilogía  sobre la Guerra Civil, la posguerra y el exilio desde la ficción y desde la perspectiva de tres generaciones de mujeres. Mujeres de negro y La fuerza del destino son los otros títulos de la trilogía, publicados originariamente en Anagrama. Historia de una maestra, inspirada en las historias reales que le contó su madre (maestra rural), aunque no en un sentido autobiográfico literal, da vida a Gabriela, casada también con un maestro, Ezequiel. Llena de ideales, Grabriela quiere transformar el mundo con la educación, pero se encuentra con un universo rural donde el progreso no ha llegado y apenas no hay nada y se ve obligada a construir desde lo básico. Ella y su marido dan clase en Los  Valles, un pueblo de la cuenca minera leonesa donde una mujer, aunque sea maestra, debe olvidarse de antiguas comodidades y compartir la vida con sus vecinos, a los que transmiten conocimientos y valores avanzados, acordes con el impulso modernizador de la Segunda República. Ezequiel se politiza (y se aleja de ella y de lo doméstico, aunque compartan parecidas ideas) y cuando estalla el golpe militar de 1936 y la Guerra Civil, es abatido por los sublevados. Gabriela, con su hija, Juana, y su madre, abandonan el pueblo y se trasladan a la capital. Ella ha sido expedientada y ha perdido su plaza, pero da clases particulares en el piso en el que viven. La guerra sigue en el frente, pero  ellas, perdedoras, viven una ciudad situada en zona franquista, junto con sus adversarios, aunque cuenten con la ayuda discreta de algunos pocos que empatizan con su suerte. Juana tendrá que crecer con esa ambigüedad: sus compañeras de colegio y ella misma viven ya en un clima de posguerra anticipada, en lo que será después la dictadura en España, y no quiere distinguirse de ellas ni sentirse extraña, a la vez que quiere ser leal a los ideales de su madre. 

En Mujeres de la posguerra (Planeta, 2001, Sílex, 20017) dedico un capítulo a Josefina Aldecoa y a su obra, en especial a  Historia de una maestra (que guarda ciertos paralelismos con Diario de una maestra, de Dolores Medio) y al resto de la trilogía. Al final, Gabriela decidirá poner tierra de por medio y marcharse a México (aunque no a la manera desesperada y precipitada de los exiliados que cruzaron la frontera), a través de un nuevo matrimonio con el que empezar una vida desde cero. Al final de la novela, el lector descubre que Gabriela se dirige a Juana, destinataria de su historia. Y será Juana la que tome el testigo para narrar Mujeres de negro

Busco en Mujeres de la posguerra algunos de los párrafos en los que aludo a esta novela testimonial y conmovedora en muchos sentidos, al reflejar un periodo de nuestra historia que abarca de los años veinte a los cuarenta. Y leo y termino con algunas de las reflexiones recogidas en este libro:  

 

"Carmen Martin Gaite elogia la acertada imbricación de la vida privada y pública de esta maestra creada por Aldecoa,  en un artículo publicado en Diario 16 en noviembre de 1990: “En la penúltima página de la novela, cuando tras asistir al entierro de su padre, la narradora recibe la noticia de que han fusilado a su marido y viaja con su hija de corta edad en brazos, al pueblo donde ambos fueron maestros, en las cunetas se ven cadáveres, y ella tapa la cara de la niña. Acaba de estallar la guerra en Canarias. Un viajero en el asiento de delante despliega un periódico y Gabriela, por encima del respaldo, ve la fotografía de aquel general cuya boda presenció doce años antes. Reconoce la mirada como perdida a lo lejos y aprieta contra el regazo la cabeza de su hija, nacida el mismo día en que nació la República, la única pieza superviviente del sueño (...). Porque esta novela, además de dar fe del destino humilde de los maestros de la República, es una historia de  maternidad. Sin una concesión al sentimentalismo, está presente en todo momento el amor por esa niña que desplaza y absorbe poco a poco las inquietudes sociales y políticas de la maestra (...). A sus sueños de amor y aventura se le van cercenando las alas, a medida que tiene que adaptarse a la vida en los sucesivos pueblos donde la destinan y encajar una política que se le va haciendo cada vez más incomprensible (...). Pero siempre queda la alegría de ir viendo crecer a esa niña a quien enseña junto a las otras a leer, a nombrar los objetos y amar la vida”.

      A ella, a Juana, va dirigida Historia de una  maestra. Ella es la interlocutora de Gabriela, como se revela en las últimas líneas finales:

 

“Contar mi vida...Estoy cansada, Juana. Aquí termino. Lo que sigue lo conoces tan bien como yo, lo recuerdas mejor que yo. Porque es tu propia vida” (Historia de una maestra, p.232)

 

 

El exilio de Juana

Juana recoge el testigo y se convierte en la voz narradora de Mujeres de negro, la segunda parte de la trilogía. En Mujeres de negro, Juana arranca la narración desde el momento en que su madre, Gabriela, su abuela y ella, se instalan en la capital huyendo del horror vivido en Los Valles. Eloísa, la hija del alcalde de Los Valles, que también ha sido fusilado, les ha facilitado un piso confortable y barato en la capital, y Gabriela trata de salir adelante dando clases en una de las habitaciones del piso. La guerra continúa, pero ahora es la voz de Juana, todavía niña, la que narra lo que es vivir con miedo a pesar de estar fuera del frente, el miedo soterrado que hacía susurrar a los adultos: “Si llaman de noche, no abráis. Vienen de noche, los sacan de noche”. Un miedo inquietante que convive con otro más real, el de los bombardeos.

 

“Es extraño vivir una guerra. Aunque el campo de batalla no esté encima y no se sufran las consecuencias inmediatas todo lo que ocurre a nuestro alrededor viene determinado por la existencia de esa guerra. Nos llegaban noticias del hambre que se pasaba en la zona republicana y nosotros no teníamos escasez  de comida. Sin embargo no había telas ni zapatos ni otros productos manufacturados de primera necesidad. “Claro, ellos tienen las fábricas, nosotros la agricultura”, decía la gente. Se teñía la ropa, se daba la vuelta a los abrigos, se remendaba, se cosía, se deshacían prendas viejas para convertirlas en nuevas. Y todo quedaba aplazado hasta que terminara la guerra. “Cuando acabe la guerra” se convirtió en una frase clave de mi infancia. Cuando acabe la guerra iremos, volveremos, compraremos, venderemos, viviremos...” (Mujeres de negro, p.18)


(....) No fue un día ni una fecha. Poco a poco Juana va comprendiendo que la guerra la han ganado los otros, que su madre y los padres de Amelia han perdido.

 

 “Después será peor”, dijo un día el padre de Amelia. “Cuando esto acabe será mucho peor . Porque ahora les queda una última duda, una última precaución: nada está ganado mientras no esté todo ganado. Pero vencerán y entonces sacarán las uñas y las irán clavando con delectación en los derrotados. Será poco a poco y le darán forma legal. Después de la guerra vendrá la persecución a los vencidos...” (...) Nosotros éramos los vencidos, los perdedores, los que sufrían persecuciones. El padre de Amelia también era un vencido, pero el tenía amigos, parientes, dinero, un puesto claro e inofensivo entre los tarros de su farmacia. Mi madre y yo y muchos otros éramos los verdaderos perdedores aunque nunca habíamos tenido mucho que perder. Dejaba fuera a la abuela porque la veía desfallecida y lejana de toda amenaza que no fuera su propia enfermedad” (Mujeres de negro, pp. 48 y 49)

 

     El anunciado final de la guerra llega el 28 de marzo de 1939, con la caída de Madrid. Unos días después muere la abuela y Gabriela, que ya iba de alivio por sus lutos anteriores, vuelve a envolverse en el color negro. Poco después decide vender la casa del pueblo para marcharse lejos. Como muchos vencidos no soporta el día a día de la derrota. Juana ve con inquietud que su madre maquina una especie de destierro. ¿Adónde irán? Juana no lo sabe. Por una carambola del destino, esa huida adquirirá una dimensión inesperada. A través de los padres de Amelia, Gabriela conocerá a Octavio, un mexicano viudo y rico con una hija pequeña. Cuando Octavio vuelva a México, Gabriela y Juana se irán con él. Y no como meros compañeros de viaje. Gabriela se casará con Octavio y madre e hija se instalarán  con él en la hacienda en la que vive. Desde ese momento la historia de Gabriela parece girar en parte hacia el cuento de hadas, pero no es casual que ese viaje la lleve a México, el país que acogió a tantos exiliados gracias a la generosidad del general Cárdenas (...)"



 


sábado, 28 de noviembre de 2020

Grandes transgresoras (Escritoras, políticas, fotógrafas y una cineasta)

 En esta primera reseña y aproximación a Inspiración y talento: Dieciséis mujeres del siglo XX (Punto de Vista Editores), publicada en la revista literaria digital Libros, nocturnidad y alevosía,  Reina Roffé contextualiza y recorre la trayectoria y el alma de las mujeres seleccionadas. 

https://librosnocturnidadyalevosia.com/inspiracion-y-talento-dieciseis-mujeres-del-siglo-xx-inmaculada-de-la-fuente/